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Licántropo, una maldición lejana

Origen y mitología del licántropo

La etimología de licántropo, u hombre lobo, proviene del griego antiguo. Por una parte, tenemos ἄνθρωπος (anthopos), es decir, hombre y λúκος (lykos), es decir, lobo, literalmente hombre lobo. La RAE lo define: «Persona que, según la tradición popular, se convierte en lobo las noches de plenilunio».

Según las primeras historias los hombres se convertían en lobos, luego con el paso del tiempo se les fue añadiendo poderes, diferentes tipos, maldiciones y remedios. El elemento recurrente con la luna, seguramente se deba a la influencia de los mitos griegos.

Mitos griegos y romanos sobre el licántropo

Muchas culturas tienen historias sobre hombres lobos y Grecia es una de las primeras.

Licaón, hijo de Pelasgo, fue el que primero civilizó Arcadia e instruyó el culto de Zeus Licio, pero enojó a Zeus al sacrificarle un niño. En consecuencia fue transformado en lobo y su casa destruida por el rayo.

Licaión tenía 22 hijos y según otras versiones, cincuenta. Las noticias de los crímenes de los hijos de Licaón llegó al Olimpo y Zeus en persona, disfrazado de viajero pobre, los visitó. Se atrevieron a servirle una copa en la que habían mezclado las entrañas de su hermano Níctimo con las ovejas y cabras. Zeus no se dejó engañar y derribó la mesa en la que habían servido semejante afreta. Convirtió a todos los hermanos en lobos y a Níctimo le devolvió a la vida. Y como consecuencia, Zeus enviaría un diluvio a los hombres, pero eso ya es otra historia.

La fábula de Zeus y las entrañas del niño no es tanto un mito como una enseñanza moral. Se recuerda el rechazo de las partes civilizadas de Grecia contra las prácticas caníbales de Arcadia que se realizaban en nombre de Zeus por considerarlos bárbaras y antinaturales. Según los atenienses contemporáneos de Licaón sostenían que los ritos licaonios jamás recibieron la aprobación de Zeus porque tenían, según ellos, la finalidad e impedir que los lobos dañaran los rebaños enviándoles un rey humano. «Licío» significa de la loba, pero también de la luz y el relámpago en el mito de Licaón demuestra que el Zeus arcadio comenzó siendo un rey sagrado hacedor de lluvia al servicio de la Loba divina, la Luna, a la que aúllan las manadas de lobos.

El número de los hijos de Licaón está relacionado con un año grande de cien meses, u ocho años solares, que se dividían entre el rey sagrado y su sucesor. Los cincuenta hijos de Licaón, uno por mes de reinado, eran sin duda los que comían la sopa. La cifra de veintidós se llega mediante el recuento de las familias que pretendían descender de Licaón y participaban en el banquee. Seguramente, esto se refiera a los veintidós lustros de cinco años que componían un ciclo de 110 años, constituía el reinado de una línea particular de sacerdotisas.

Con relación con los griegos, Herodoto mencionó que los neuri o neuroi, un pueblo de Europa entre Polonia y Lituania, se transformaban en lobos una vez al año, aunque no daba crédito a tal afirmación por las fuentes escitas que lo afirmaban.

Plinio el Viejo, citando a Euanthes, mencionó que en Arcadia, una vez al año se elegía por sorteo a un hombre del clan de los Anthus. El elegido era escoltado a un pantano de la zona, donde colgaba sus ropas en un roble, nadaba por el pantano y se transformaba en lobo, uniéndose a una manada durante nueve años. Si durante ese tiempo se había abstenido de probar la carne humana, volvía al mismo pantano, nadaba de nuevo y recuperaba su forma humana anterior, con nueve años añadidos a su apariencia. Ovidio también relató historias de hombres que vagaban por los bosques de Arcadia en forma de lobos.

Virgilio, en su obra poética Églogas, escribió sobre un hombre llamado Moeris, que utilizaba hierbas y venenos recogidos en su Ponto natal para convertirse en lobo.

Mitos orientales

El folclore turco tiene una visión diferente y reverencial de las leyendas del licántropo. Los chamanes turcos de Asia Central, tras realizar largos y arduos ritos, podían transformarse voluntariamente en el humanoide «Kurtadam» (literalmente hombre lobo). Dado que el lobo era el animal ancestral totémico de los pueblos túrquicos, estos serían respetuosos con cualquier chamán que adoptara dicha forma.

Mitos americanos

Los naskapis, en el norte de Quebec, creían que el más allá del caribú está custodiado por lobos gigantes que matan a los cazadores descuidados que se aventuran a acercarse demasiado. Los navajos temían a las brujas vestidas de lobo, llamadas «Mai-cob».

Cuando se produjo la colonización europea de América, los pioneros trajeron su propio folclore de hombres lobo y más tarde se vieron influidos por las costumbres de sus colonias vecinas y las de los nativos. La creencia en el loup-garou, presente en Canadá, en las península de Michigan y en el norte del estado de Nueva York, tiene su origen en el folclore francés influenciado por las historias de los nativos americanos sobre el Wendigo.

En México se considera una criatura llamada nagual.

En Haití, existe la superstición de que los espíritus de los hombres lobo, conocidos localmente como Jé-rouge (ojos rojos), pueden poseer los cuerpos de las personas desprevenidas y transformarlos por la noche en criaturas caníbales lupinas. Los jé-rouges haitianos suelen intentar engañar a las madres para que entreguen a sus hijos voluntariamente, despertándolas por la noche y pidiéndoles permiso para llevarse a su hijo, a lo que la madre desorientada puede responder que sí o que no. Los jé-rouges haitianos se diferencian de los hombres lobo europeos tradicionales por su costumbre de intentar activamente contagiar su condición de licántropos a otros, de forma muy parecida a los vampiros.

Edad Media

La Europa medieval creyó en los licántropos. El rey Cnut de Inglaterra en el siglo XI creó unos códigos en los que se dice: «…el hombre lobo locamente audaz no devaste demasiado, ni muerda a demasiados del rebaño espiritual». Incluso, existían rumores de familias reales con licántropos entre sus miembros, como la de Bajan, hijo de Simeón I de Bulgaria, en la que podía utilizar la magia para convertirse en lobo.

Las obras de Agustín de Hipona tuvieron una gran influencia en el desarrollo del cristianismo occidental, por lo que fueron muy leídas por los eclesiásticos de la época y así hablaron de los hombres lobo en sus obras.

El poema de Marie de France Bisclavret (c. 1200) sale un noble que transformarse en lobo cada semana. Cuando su esposa le robó la ropa necesaria para recuperar su forma humana, escapó de la caza de lobos del rey implorando su clemencia y acompañó al rey a partir de entonces. Su comportamiento en la corte era apacible, hasta que su esposa y su nuevo marido aparecieron en la corte, hasta el punto de que su ataque al marido de su mujer se consideró motivado, y se reveló la verdad.

Se pueden encontrar ejemplos de hombres lobo en Irlanda y las Islas Británicas en la obra del monje galés del siglo IX Nennius; aparecen hombres lobo femeninos en la obra irlandesa Tales of the Elders, del siglo XII y hombres lobo galeses en la obra del siglo XII al XIII, Mabinogion.

Se sabe que Harald I de Noruega tenía un cuerpo de Úlfhednar (hombres con piel de lobo), que se mencionan en la Vatnsdœla, Haraldskvæði y la saga Völsunga, y que se parecen a algunas leyendas de hombres lobo.

La Rus de Kiev dio lugar a los cuentos eslavos de licántropos. El príncipe bielorruso del siglo XI, Vseslav de Polotsk, era considerado un hombre lobo capaz de moverse a velocidades sobrehumanas, como se cuenta en el Cuento de la campaña de Igor.

Ser un licántropo fue una acusación común en los juicios por brujería a lo largo de su historia. Figuró en los juicios por brujería del Valais, uno de los primeros juicios de este tipo en la primera mitad del siglo XV.

Edad moderna

La atención a la licantropía alcanzó su punto álgido entre finales del siglo XVI y principios del XVII, en el marco de la caza de brujas en Europa. En Francia se escribieron varios tratados sobre los hombres lobo entre 1595 y 1615. En 1598 se avistaron hombres lobo en Anjou, y en 1603 un adolescente fue condenado a cadena perpetua en Burdeos. 

A principios del siglo XVII, la brujería fue perseguida por Jacobo I de Inglaterra, que consideraba a los «warwoolfes» como víctimas de un delirio inducido por «una superabundancia natural de melancolía».

Entre 1649 y 1679 se imprimieron en Alemania al menos nueve obras sobre licantropía. En los Alpes austriacos y bávaros, la creencia en los hombres lobo persistió hasta bien entrado el siglo XVIII.

En 1853, en Galicia, España, Manuel Blanco Romasanta fue juzgado y condenado como autor de una serie de asesinatos, pero afirmó no ser culpable por su condición de hombre lobo.

Hasta el siglo XX, los ataques de los lobos a los seres humanos eran un rasgo ocasional, pero muy extendido en Europa. Algunos estudiosos han sugerido que era inevitable que los lobos, al ser los depredadores más temidos, se proyectaran en el folclore de los malvados cambiaformas. Se refuerza con el hecho de que las zonas desprovistas de lobos suelen utilizar diferentes tipos de depredadores para llenar el nicho: hombres hiena en África, hombres tigre en la India y hombres puma y hombres jaguares en el sur de Sudamérica.

Concepción del licántropo en la actualidad

La mayor parte de la ficción moderna describe a los hombres lobo como vulnerables a las armas de plata y muy resistentes a otras heridas. Esta característica aparece en el folclore alemán del siglo XIX. La afirmación de que la Bestia de Gévaudan, un lobo o criatura parecida a un lobo del siglo XVIII, fue abatido por una bala de plata parece haber sido introducida por los novelistas que retoman la historia a partir de 1935. El folclore inglés, anterior a 1865, mostraba a los cambiaformas como vulnerables a la plata.

La novela Drácula de 1897 y el relato corto El invitado de Drácula, escritos por Bram Stoker, se basaban en mitologías anteriores de hombres lobo y demonios legendarios similares. Stoker muestra una banda de jinetes militares que acuden en ayuda del protagonista ahuyentan a Drácula, representado como un gran lobo, afirmando que la única forma de matarlo es con una «bala sagrada».

La novela La novia del lobo: Un cuento de Estonia, escrita por la autora finlandesa Aino Kallas en 1928, cuenta la historia de Aalo, la esposa del guardabosques Priidik, que vivía en Hiiumaa en el siglo XVII, y que se convirtió en hombre lobo bajo la influencia de un espíritu malévolo del bosque, también conocido como Diabolus Sylvarum.

El primer largometraje en el que salió un licántropo fue El hombre lobo de Londres, de 1935. El hombre lobo principal de esta película es un elegante científico londinense que conserva parte de su estilo y la mayoría de sus rasgos humanos tras su transformación. Se basaron en un cuento balcánico de una planta asociada a la licantropía, ya que no había ninguna obra literaria en la que basarse, a diferencia de lo que ocurría con los vampiros. No se hace referencia a la plata ni a otros aspectos de la tradición de los hombres lobo.

Con el paso del tiempo, la representación de los licántropos ha pasado de ser totalmente malévola a ser incluso una criatura heroica, como en las series Underworld y Crepúsculo, así como en Blood Lad, Dance in the Vampire Bund, Rosario + Vampire y otras películas, anime, manga y cómics.

La ficción actual sobre los licántropos implica que es una condición hereditaria o que se transmite como una enfermedad infecciosa por la mordedura de otro hombre lobo. En algunas ficciones, el poder del hombre lobo se extiende a la forma humana, como la invulnerabilidad a las lesiones convencionales gracias a su factor de curación, la velocidad y la fuerza sobrehumanas y la caída de pie desde grandes alturas. También la agresividad y los impulsos animales pueden intensificarse y ser más difíciles de controlar (hambre, excitación sexual). Por lo general, en estos casos las habilidades se ven disminuidas en forma humana. En otras ficciones se puede curar con curanderos o antídotos.

¿Existe un licántropo universal?

Las creencias clasificadas bajo la licantropía están lejos de ser uniformes y el término se aplica de manera casi caprichosa. La transformación puede ser temporal o permanente. El hombre-animal puede ser el propio hombre metamorfoseado; puede ser su doble, cuya actividad deja al hombre real sin cambios en apariencia; puede ser su alma, que sale en busca de quien pueda devorar, dejando su cuerpo en estado de trance; o puede no ser más que el mensajero del ser humano, un animal real o un espíritu familiar. Por no mencionar si tiene o no poderes asociados, vulnerabilidades o remedios. Los licántropos clásicos no tienen nada que ver con los actuales.

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¿Cómo son los licántropos?

Más allá de la definición de la RAE de un licántropo, «Persona que, según la tradición popular, se convierte en lobo las noches de plenilunio», no existe un consenso. Cada cultura y mitología tienen sus matices y diferencias sobre los demás, además de irse modificando el mito del licántropo con el paso del tiempo.

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¿Quién fue el primer licántropo?

Licaón, hijo de Pelasgo, fue el que primero civilizó Arcadia e instruyó el culto de Zeus Licio, pero enojó a Zeus al sacrificarle un niño. En consecuencia fue transformado en lobo y su casa destruida por el rayo.

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