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Las cinco edades del hombre

La mitología griega está repleta de historias fascinantes, y una de las más intrigantes es la de las razas de la humanidad. Este relato no solo nos habla del origen de los hombres, sino que también refleja cómo los antiguos griegos concebían el paso del tiempo y los cambios en la humanidad.

¿De dónde venimos?

Algunos mitos sugieren que Prometeo moldeó a los hombres con arcilla y fuego divino, mientras que otros cuentan historias más sorprendentes, como que los hombres nacieron de los dientes de una serpiente. Sin embargo, una versión más «naturalista» afirma que la propia Tierra creó espontáneamente a los humanos, como un fruto más de su fertilidad. En particular, se dice que en la región del Ática, la Tierra dio vida a los primeros hombres, siendo Alalcomeneo el más antiguo. Este personaje no solo vivió junto al lago Copais en Beocia, sino que, según la leyenda, apareció incluso antes de que existiera la Luna. Además, fue consejero de Zeus y mentor de Atenea en su juventud.

La raza de oro: los hijos de Cronos

La primera raza de la humanidad, conocida como la Raza de Oro, era verdaderamente especial. Estas personas, súbditos del dios Crono, vivían en completa armonía. No trabajaban ni sufrían preocupaciones, se alimentaban de bellotas, miel silvestre y leche de oveja y cabra. Su vida era tan sencilla como feliz, y la muerte no era más que un plácido sueño. Aunque todos ellos desaparecieron, sus espíritus aún sobreviven como genios benevolentes que velan por los retiros rurales y la justicia.

La edad de oro y su origen

El mito de la Edad de Oro parece tener sus raíces en una antigua tradición de veneración a la diosa Abeja, una figura central en las culturas tribales pre-agrícolas. En aquel tiempo, cuando la vida giraba en torno a la recolección y la caza, la sociedad probablemente era menos idílica de lo que el mito sugiere. Sin embargo, en épocas posteriores, como en la de Hesíodo, este pasado salvaje había quedado atrás y solo se conservaba la idea romántica de una humanidad que vivía en armonía, al igual que una colmena de abejas.

Hesíodo, un pequeño agricultor que conocía de cerca las penurias de la vida rural, veía su propio tiempo con pesimismo. Para él, la Edad de Oro era un refugio idealizado, un recuerdo de tiempos mejores, aunque imaginarios.

La raza de plata: inocentes y rebeldes

La segunda raza, creada por los dioses, se conoce como la Raza de Plata. Estos hombres vivían más de cien años y estaban completamente subordinados a sus madres, incapaces de desobedecerlas. Aunque eran pendencieros e ignorantes, al menos no conocían la guerra. Sin embargo, su falta de respeto hacia los dioses y su ausencia de sacrificios enfurecieron a Zeus, quien decidió destruirlos.

La raza de plata: un eco del matriarcado

El mito de la raza de plata refleja una época en la que predominaban las condiciones matriarcales. Estas estructuras sociales, similares a las observadas en los pictos, los moesinoequianos del Mar Negro y algunas tribus de las Baleares, Galicia y el golfo de Sirté, relegaban a los hombres a un papel secundario. A pesar de la introducción de la agricultura, en estas sociedades las guerras eran poco frecuentes.

Curiosamente, la asociación de la raza de plata con la Luna no es casual. Este metal está vinculado a la diosa Luna, un símbolo del matriarcado y de la conexión con lo cíclico y natural.

La raza de bronce: guerreros infatigables

A continuación llegó la Raza de Bronce, hombres nacidos de los fresnos y equipados con armas de este metal. Amaban la guerra y la violencia, disfrutaban comiendo carne y pan, y eran insolentes y crueles. Su propia naturaleza destructiva llevó a su desaparición.

La raza de bronce: los pastores guerreros

Con la llegada de los helenos primitivos, la humanidad entra en la Raza de Bronce. Estos pueblos, pastores y guerreros, adoptaron el culto al fresno, árbol sagrado de la diosa y su hijo Poseidón. Representaban una época de conflicto y expansión, marcada por la fuerza y el uso del bronce como símbolo de poder.

Los héroes: la cuarta raza

La cuarta raza también era de bronce, pero estos hombres destacaban por su nobleza y valentía. Fueron engendrados por los dioses y mujeres mortales, y se convirtieron en los héroes de grandes gestas como el sitio de Tebas, la expedición de los argonautas y la guerra de Troya. Tras su muerte, obtuvieron un lugar especial en los Campos Elíseos, donde disfrutan de una existencia dichosa.

La raza de los héroes y la edad de Hierro

La cuarta raza, asociada con los reyes guerreros micénicos, es la de los héroes, protagonistas de gestas épicas como las narradas en la Ilíada. Finalmente, la quinta raza, nuestra actual Raza de Hierro, corresponde a los dorios del siglo XII a.C., quienes destruyeron la civilización micénica con sus avanzadas armas de hierro. Este cambio marcó el final de una era y el comienzo de otra menos idealizada y más pragmática.

La raza de hierro: nosotros

Finalmente, llegamos a la quinta raza: la actual, conocida como la raza de hierro. Según los mitos, somos descendientes indignos de nuestros antecesores. Esta humanidad está marcada por la crueldad, la injusticia y la traición. Es una época de hijos desobedientes, actos maliciosos y constante decadencia moral.

Alalcomeneo: un símbolo del cambio cultural

Alalcomeneo, cuyo nombre significa «guardián», es un personaje ficticio que refuerza el dogma patriarcal de la época. Su existencia está vinculada al intento de redefinir el papel de la mujer y de las diosas en una sociedad en la que el poder masculino se consolidaba. Incluso la diosa Atenea, en este relato, necesitaba la instrucción de un hombre para ser considerada sabia.

Además, este mito refleja cómo la Luna y la diosa Luna fueron reinterpretadas como creaciones de Zeus, reforzando la visión patriarcal del mundo en detrimento de las antiguas tradiciones matriarcales.

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